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Jorge Amado y Bahía: un romance de novela

“¡Ah!, si amas a tu ciudad, si tu ciudad es Río, París, Londres o Leningrado, Venecia, la de los canales, o Praga, la de las viejas torres, Pekín o Viena no debes pasar por esta ciudad de Bahía porque un nuevo amor se prenderá en tu corazón.” (“Bahía de Todos los Santos, Guía de Calles y Misterios”, Jorge Amado, 1945.)

Atenta a que en la enumeración anterior el autor no menciona a Buenos Aires, esta cronista porteña hizo caso omiso a la advertencia y llegó a Salvador, capital del estado de Bahía.

Una vez allí, cualquier viajero podrá comprobar que Amado, a pesar de su omisión, estaba en lo cierto. Porque caminar por las calles del centro histórico –el Pelourinho– es sumergirse profundamente en la literatura de este bahiano nacido en 1912 en Itabuna y criado en Ilhéus, en el litoral del estado. Nadie ha descripto como él las gracias de la ciudad y, teniendo en cuenta lo prolífico de su obra, estas líneas proponen un recorrido por la ciudad que, según Amado, es “la célula madre de la cultura brasileña”.

Para comprender su espíritu es preciso acercarse a sus habitantes, que llevan el sello africano marcado no solo en el color de su piel, sino también en sus creencias religiosas, creando un sincretismo que se refleja inclusive en las innumerables iglesias que ostenta la ciudad. Muchas de ellas están enclavadas en el mismísimo Pelourinho, que debe su nombre al elemento con el que durante los siglos XVII y XVIII castigaban a los esclavos en la plaza José Alencar, a la vista de los transeúntes. Basta con encarar una caminata desde la Praça da Sé para observar los distintos estilos arquitectónicos que prevalecen en la catedral o dejarse sorprender por el oro que baña los interiores de la iglesia de San Francisco, como también observar con detenimiento los azulejos portugueses que recubren las paredes del patio.

Allí, en esas calles que suben y bajan al ritmo de los tambores bahianos, Amado situó algunos de los personajes emblemáticos de sus novelas. Sin duda, a quien camine embelesado no le costará imaginarlos entre la multitud que se mueve cadenciosa, o que asoma por los balcones coloridos de las construcciones, actualmente reconvertidas en pequeños albergues, bares o casas de artesanías. Uno de esos modestos alojamientos, el hotel Pelourinho, fue la pensión donde el joven escritor, recién llegado a Salvador en 1927, pasó algunas temporadas; una placa evoca este acontecimiento.

El autor logró valerse de esas experiencias para escribir una de sus primeras novelas, titulada “Sudor” (1934). Los personajes de Amado son los niños abandonados, los pobres, los negros, las mujeres trabajadoras, todos los huérfanos de la desigualdad social brasileña. Con ese elenco, envuelto en la religiosidad afro-bahiana, sus obras lograron ser universales. Así en “Capitanes de la Arena” (1937) describe, a través de una historia de amor, las peripecias de las bandas de niños que deambulan peligrosa y violentamente por las calles de Salvador.

Finalmente, la mundialmente conocida novela “Doña Flor y sus dos maridos” (1966) ha logrado mostrarle al mundo la belleza de la ciudad. Si bien es cierto que el libro fue un éxito, la versión cinematográfica (1976) inmortalizó los personajes y las mejores imágenes de Bahía. La historia narra la particular vida de Floripides Guimarães, –una excelsa cocinera bahiana viuda de Vadinho, un mujeriego, jugador y amante de la vida licenciosa–, quien luego de casarse en segundas nupcias con un respetable farmacéutico comienza a recibir las inesperadas y estimulantes visitas del fallecido. Esta novela tiene como escenario principal el Pelourinho: en una de sus calles, Largo da Palma, aún se conserva la fachada azulejada de la escuela de cocina “Sabor y Arte”, donde Flor vivía y daba sus clases. Si el viajero reconoce la propiedad, aguzando los sentidos podrá percibir el aroma de la moqueca que Doña Flor preparaba exclusivamente para Vadinho.

No lejos de allí, se eleva una inmensa construcción de color azul. Se trata de la Fundación Jorge Amado, un espacio que el escritor adquirió junto a su esposa, Zelia Gattai, a fin de preservar el acervo de su obra para investigadores, además de impulsar el desarrollo de actividades culturales en Bahía.

Más allá, en la ciudad baja, a la que se accede a través del original Elevador Lacerda, se encuentra el remozado Mercado Modelo, que Jorge Amado adoraba. Si el visitante levanta la vista, es posible que el inmenso mar lo conquiste para siempre. Como seguramente habrá de hacerlo la pluma del escritor, que falleció en 2001.Sus cenizas descansan en la que fue su casa durante 40 años en el barrio de Rio Vermelho. Y, al igual que sus personajes que regresaban del más allá, seguramente Amado sigue alimentando nuevas historias en las angostas calles de la ciudad.

 

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