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Una visita a la casa del querido Sherlock Holmes

En el 221b Baker Street de la capital británica se encuentra el Museo de Sherlock Holmes. Se trata de la casa en la que, tal como indican los relatos de Arthur Conan Doyle, habitó el detective junto a su amigo, el doctor Watson, quien lo acompañó en muchas de sus apasionantes investigaciones y aventuras.

Ascendiendo por las largas y empinadas escaleras mecánicas de la estación Baker Street del subterráneo londinense, uno comienza a captar la sintonía del barrio. Nada menos que la figura de nuestro querido amigo Sherlock Holmes domina la escena, impresa en cientos –sino miles– de coloridos azulejos. Pero eso no es todo: una enorme escultura, obra de John Doubleday, se yergue frente a la salida de la terminal, sobre Marylebone Road. Y los carteles indicadores de las calles incluyen un sutil guiño que indica que ya estamos próximos al 221b Baker Street, donde se levanta la casa del señor Holmes, hoy convertida en el Museo Sherlock Holmes.

PUERTAS ADENTRO.

– ¡Oh, señor! –exclamó–. ¿Puede decirme adónde fue a parar?

– Aquí.

– ¿Aquí?

– Sí, y resultó ser un ave de lo más notable. No me extraña que le interesara tanto. Puso un huevo después de muerta… el huevo azul más pequeño, precioso y brillante que jamás se ha visto. Lo tengo aquí en mi museo.

Con este diálogo, extraído del caso “El carbunclo azul”, publicado en “Las aventuras de Sherlock Holmes”, queda en evidencia que el astuto detective sabía que su morada se convertiría algún día en museo. Habitó allí desde 1881 hasta 1904, junto al doctor John H. Watson y la señora Hudson, la ama de llaves que aún vive en la casa. Es ella misma la que nos recibe luego de un toque de campanas, indicando que debemos subir los 17 transitados peldaños que nos separan del primer piso, donde se encuentra el tantas veces imaginado despacho de Holmes. Tal como se relata en las obras, es muy pequeño y está “iluminado por dos anchas ventanas”, como sabíamos gracias a las descripciones de Watson.

Ahí están la chimenea y el sillón. También la pipa, la gorra, la lupa, el violín, el equipo de química, el libro de notas y los disfraces, entre otros objetos relacionados con los casos publicados. Todo está tal cual lo dejó a fines del siglo pasado, para ver, tocar y tomar todas las fotografías que nos plazca.

El dormitorio de Holmes está junto al despacho y da a la parte trasera de la casa, que fue construida en 1815 y catalogada por el gobierno británico como Monumento Arquitectónico e Histórico.

En el segundo piso, al lado de la habitación de la señora Hudson (donde hay un busto de bronce del detective y una colección de cartas escritas por él mismo), se encuentra el cuarto de Watson, donde se pueden hojear libros, fotografías y periódicos de la época.

Finalmente, en el tercer nivel nos encontramos con figuras de cera de tamaño real que nos recuerdan algunas de las historias más famosas. Así, por ejemplo, vemos de pie a Holmes ¡junto al malvado profesor James Moriarty! También hay pinturas, y el ático se conserva como antaño.

Si planean una visita a la casa procuren llegar temprano, ya que suelen formarse largas filas y se ingresa en grupos reducidos. Y un último dato: si se detienen en la tienda de souvenirs de la planta baja (difícil no hacerlo), no olviden tomar una tarjeta personal de nuestro entrañable detective. Nunca se sabe cuándo se puede necesitar de sus servicios. Elemental, mis queridos lectores.

Tips para el viajero

• Cómo llegar: lo más sencillo es tomar el subterráneo hasta la estación Baker Street (líneas Bakerloo, Circle, Jubilee, Metropolitan and Hammersmith y City). La casa se encuentra a pocos metros de allí y está perfectamente señalizada.

• Horario: abierta todos los días de 9.30 a 18.30 (excepto en Navidad).

Tarifa: £ 10 (adultos) y £ 6 (menores de 16 años).

Informes: www.sherlock-holmes.co.uk.

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